miércoles, 7 de junio de 2017

La influencia Italiana en la Literatura Argentina, de Renata Donghi Halperin (1983)



«Si recordamos la finísima observación de Francisco Capello –el gran humanista italiano, nuestro huésped de tantos años- respecto a Giuseppe Parini, podríamos ver con mayor claridad la influencia italiana en la Argentina. Capello, al comparar la herencia de Parini con la de Petrarca, afirma: “Parini es grande, no multiplicó su imagen como Petrarca (con el petrarquismo), sino engendró seres vivientes de vida propia: Monti, Foscolo y el mismo Manzoni derivan de él”.
Trasladado lo dicho a nuestro campo advertiremos -¿y cómo no advertirlo?-que el influjo italiano lejos de ser tan visible como el francés, de cuya mayor importancia no cabe dudar, está, metafóricamente, en una corriente subterránea que alimenta como una red sanguínea la obra entera de algunos de nuestros autores, de los cuales no es dado decir de ninguno que responda en un todo al influjo absorbente de un autor italiano, como se dijo, por ejemplo, de Olegario Andrade: “que en todo respondía al influjo absorbente de Hugo”, frase que puede no ser literalmente exacta, pero motivos hubo para llegar a ella.
Lo italiano está más difuso, más difícil de precisar y, cuando se lo hace paladinamente, nos hallamos más ante una reminiscencia vital, consciente o no, que ante una influencia literaria, por lo tanto difícil de encerrar en rígidas afirmaciones, pero si nos detenemos un tanto, si seguimos el desarrollo de la historia y cultura italianas, la acción del individuo por ellas y la reacción ante ellas, no nos será difícil hallar, en estas tierras tan pobladas por descendientes de italianos, algo que no es dado llamar, sino en muy contados casos, imitación o absorción exterior, pero, eso sí, prolongación o perduración de lo que ya fuera, algunas veces, superado en su tierra de origen.
Lo italiano, dicho con cierta exageración, no ha sido imitado; en muy pocos casos es dado hallar una situación que nos haga volver hacia un sospechado original, pero menos difícil es hallar el tono que nos conduce a un Pascoli, a un Leopardi, sin olvidar a autores más populares, y por ello más accesibles en determinados ambientes y en determinadas épocas, por ejemplo Ada Negri, Lorenzo Stecchetti y, más que en género alguno, en el teatro popular, el de los sainetes y, más aún, el del grotesco con su gran carga de sentir itálico.
Sentir que los autores habían mamado en la leche materna; enfoque del mundo que llevaban dentro, en que habían crecido; mundo de ilusiones y nostalgias; de desconciertos y amargura.
A fin de tener más clara visión del influjo italiano en la literatura argentina, distinguiremos diversos momentos que es dado hallar en tal proceso. Distinción que no importa un corte neto entre un momento y otro, sino zonas en que es dado precisar más nítidamente los caracteres de cada una de ellas.
El más fácilmente distinguible es, sin duda, el anterior a la liberación y unificación italianas, con sus grandes poetas: Dante y Petrarca que emergían de siglos lejanos y los de su propio tiempo: Leopardi, Mazoni, Parini, Foscolo, Pellico.
Luego de la unificación comienza, hacia 1880, la gran inmigración italiana al país que se prolongará, en mayor o menor escala, hasta el estallido de la primera guerra mundial. Los poetas que representan este momento son la llamada tríade grande: Carducci, Pascoli, D’Annunzio y, más populares, Ada Negri y Lorenzo Stecchetti, ya nombrados.
El tercer momento es más difícil de precisar, ya que, si bien los poetas citados todavía son presencia viva en el ámbito argentino, se van esfumando ante la imagen de la Italia fascista y el autor más leído será, precisamente por su antifascismo: Ignazio Silone y con él otros menos populares, por ejemplo Salvemini y por el mismo motivo.
El actual surge con la terminación del fascismo, que implicó renovación en el mundo cultural de Italia, por ello más complejo por su apertura, su vuelco hacia lo exterior, todo ello reflejado en los grandes narradores: Calvino, Pavese, Vittorini, Gadda, etc., con sus grandes poetas: Quasimodo, Montale, Ungaretti, que tanto repercutieron en nuestro país, traducidos por destacados poetas jóvenes, generalmente de raigambre itálica.
Para muchos argentinos resulta difícil tener conciencia de que Italia, la nación que con anterioridad a las occidentales se desligó de la unidad tribal, sea, en cuanto estado, más reciente que el nuestro. Pocos tienen conciencia de que sólo en 1861 Italia se consideró existente en cuanto tal y recién en 1870 tuvo su capital definitiva y tan sólo con la guerra del 1915-18 consiguió las provincias irredentas, Trento y Trieste y, con ellas, la posibilidad de considerarse completa.
Si tenemos en cuenta las fechas indicadas, hallaremos que la Argentina, considerada nueva, ya había realizado por aquel entonces no solamente la Revolución de Mayo de 1810, la proclamación de la Independencia en 1816, sufrida la tiranía de Rosas, promulgada la Constitución en 1853; vale decir que, cuando Italia luchaba en los campos de batalla, la Argentina tenía casi medio siglo de existencia.
A pesar de las conocidas vicisitudes históricas de los siglos que siguen al derrumbe del Imperio Romano, desde el XIV, y aún hasta el XVIII, el influjo de Italia fue enorme, sin embargo más preclaros pues –como bien observa nuevamente Francisco Capello- hasta la unidad del país un Dante, un Petrarca, un Miguel Angel, etc., etc., eran considerados universales: de allí la nueva postura cuando Italia, surgida de sus ruinas, los reclamó para sí. Sin embargo bueno es tener presente que, si no es posible estudiar los siglos renacentistas franceses sin acudir a los humanistas italianos, en España tal influjo fue menor y lo hallaremos casi nulo en las colonias de la corona española, dada la poca apertura hacia el mundo exterior.»

Renata Donghi Halperin, “La influencia Italiana en la Literatura Argentina”, en Francis Korn (compiladora), Los italianos en la Argentina. Buenos Aires: Fundación Giovanni Agnelli, 1983.

[
“Contribución al estudio del italianismo en la República Argentina”, Volumen 1; Volumen 6 de Cuadernos del Instituto de Filología/ Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras: Instituto de Filología, Imprenta de la Universidad, 1925.]

Fotografía: Biblioteca del Convento dell'Osservanza, Siena.



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