«Como yo seguía en ese momento, los courses de
Hauvette sobre Dante, hablábamos [Victoria Ocampo y el pintor Dagnan Bouveret]
de la Divina Comedia. Yo le contaba,
con entusiasmo, mis impresiones de colegiala. Tantos comentarios le hice que
decidió colocar en la mesa en que yo me apoyaba (para el retrato) una cabeza de
Dante que tenía en el atelier. A mí me pareció perfecto. Pero cuando se
entera-ron en casa de la presencia de una “lírica hiena” (como diría Ortega en
un futuro prólogo) en la composición de un retrato mío, le hicieron notar, con
diplomacia, al pintor, que ese nuevo adorno no le iba a una chica de diecinueve
años y que resultaría pretencioso, o sería interpretado como manifestación de
un ridículo basbleuisme. Dagnan contestó que mi afición por Dante le parecía
justificar plenamente “el adorno”, pero que estaba dispuesto a borrarlo y
reemplazarlo por unos pensamientos o una rama de laurel en un florero. Así lo
hizo. Nos separa-ron, pues, a Dante y a mí, en efigie, y el mundo vegetal ocupó
su lugar sin (en mi memoria) “briser son absence”. Tan no la quebró que mi
primer artículo, publicado en La Nación, fue un comentario sobre la Comedia
(diez años después....es decir después de diez años de navegar contra viento y
marea). Mis entusiasmos, CUANDO NO HAN SIDO DEFRAUDADOS, han sido tenaces y
tentaculares como la glicina.»
Victoria Ocampo, Autobiografía II. El imperio peninsular. Buenos Aires: Sur, 1952.
Retrato de Victoria Ocampo por Dagnan Bouveret (1910). Propiedad: Villa Ocampo (San Isidro, Buenos Aires).
Bosquejo de retrato de Victoria Ocampo por Dagnan Bouveret (1910). Propiedad: Villa Ocampo (San Isidro, Buenos Aires).
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